Nota en Diario Popular: ¿Cómo se relaciona la farándula con la política?

Por qué atraen tanto las rupturas de la farándula
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Por Marcela Korzeniewski
El fin de las parejas de celebridades representa un alivio para el sector de la sociedad que pone a esos romances en el lugar de la perfección. La psicóloga y especialista en crisis familiares Beatriz Goldberg explica que no hay alegría por una ruptura, pero sí que baja la angustia al ver que el sufrimiento no es exclusivo.

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Desde que comenzó el año, las separaciones de los famosos vienen siendo una constante en las noticias de espectáculos. Pampita Ardohain-Benjamín Vicuña, Mariano Martínez-Lali Espósito, Matías Alé-María del Mar Cuello Molar, en su momento Barbie Vélez-Federico Bal, han sido y siguen siendo protagonistas de historias que atrapan al público en general.

Como contracara a un tema tan doloroso como puede ser el final de una relación amorosa con todos los aditivos más o menos dramáticos que se han derivado según el caso: infidelidad, inseguridades, brotes psicóticos, supuestas agresiones, se erigen otras historias de amor, las de los políticos y las mujeres de la farándula. Tales son los casos de Isabel Macedo y Juan Manuel Urtubey, gobernador de la Provincia de Salta, o de Vicky Xipolitakis y José Ottavis, donde el poder y la belleza conforman un combo tan perfecto como peligroso: el de la idealización de la vida de quien se percibe como «exitoso».

«La gente idealiza el lugar del otro, del que se muestra -explica Beatriz Goldberg, psicóloga y escritora, especialista en crisis individuales, de pareja y familiares-, en especial de aquéllos que están en el espectáculo. Hoy en día, hasta los políticos quieren estar con las actrices. Jésica Cirio, por ejemplo, le dio más lugar a Martín Insaurralde, y ahora Isabel Macedo a Juan Manuel Urtubey. Les dan ellas el lugar a ellos más allá del amor. Porque hay amor, quizás más corto, más lábil, más ‘touch and go’. Y a veces hay amor más idealizado hacia el otro. Muchos se casan con un personaje. Yo no vi la película ‘Me casé con un boludo’, pero pienso que debe tratar de eso».

De ahí que cuando las parejas supuestamente «perfectas» se quiebran, despierten gran interés. «La gente los ve cuando están ahí arriba como un ideal, como lo que ‘yo no tengo’, como gente super a la que no le pasa nada. Y ver que a una persona idealizada le pasan las mismas cosas que a uno, baja el nivel de angustia de la gente. No es que uno se alegre con eso, pero uno siente que a ellos también les pasan cosas como a todos. Uno en el fondo siempre se compara porque todo lo bueno parece inalcanzable», explica la autora de «Parejas tóxicas», «No le tengo envidia a los hombres, Dr. Freud» y «Tuyos, míos, nuestros», entre otras publicaciones.

En este contrapunto entre la vida real y la vida idealizada está precisamente el atractivo de estas historias de amor y rupturas que se van transformando en novelas donde cada semana se agrega un personaje o un ingrediente que hace que se siga hablando del tema. «Los escándalos se consumen mucho porque la gente dice ‘no soy la única zonza a la que le pasa eso’. Si Benjamín Vicuña dejó a Pampita por otra, la señora a la que el marido la dejó por otra dice ‘bueno, no está tan mal’. La gente común no tiene 90-60-90, pero por más que vos seas linda, a veces tenés celos o pensás que la otra es más linda, sobre todo cuando una es mayor y cree que al hombre le va a atraer una mujer más joven. Nacho Viale se fue con otra, Lali Espósito parece que se fue con otro, son bárbaros pero también son humanos. Es bajar a tierra la farandulidad, incluso en ese ambiente hay más rupturas que en otros porque la impecabilidad que hay que tener en ese mundo es mucho mayor», dice Goldberg.
Los valores y las exigencias de la sociedad actual están latentes detrás de este fenómeno: «Los valores que te da la sociedad de ahora es que tenés que estar impecable, bien vestida, producida, divina, buena onda, simpática, a full, cumplir con tu marido, con tus amigas, con el trabajo, ir a las reuniones del colegio de los chicos, ser una chef internacional, pero la verdad es que no toda la gente lo puede hacer, o no tiene el dinero, la tranquilidad de espíritu o la energía para hacerlo. O simplemente no le interesa. El ser común, cuando ve que al famoso le pasan las mismas cosas, se siente menos exigido. Porque se tiende a creer que si tenés el cuerpo de Pampita, de Lali Espósito o de Mariano Martínez, no te van a dejar o engañar, pero pasa igual», finaliza.